Ayer se lidió en Almería una encastada y correosa novillada del hierro de Marqués de Domecq. De las que piden el carnet y algo más, por trapío y por raza. Difícil papeleta para unos jóvenes diestros a los que les han enseñado una tauromaquia edificada sobre el derechazo, el molinete y el desplante con ínfulas. Y no lo digo por los novilleros de ayer, sino por la gran mayoría de los que tratan de abrirse camino en este complejísimo mundo. Los novillos-toros (habrá que ver durante la semana si los toros alcanzan el trapío de las reses de ayer) derrocharon casta y genio, pues mansearon, pero ofrecieron serias posibilidades de triunfo a una terna consternada por las circunstancias: no se lidió la tonta del bote. Soy consciente, por supuesto, de que están empezando y de que no se les puede exigir demasiado.
Victor Barrio venía de triunfar este año en Madrid, en donde cortó una oreja, un suceso que genera confianza en los aficionados, puesto que Madrid es Madrid y ya está dicho todo. Sin embargo, Barrio, actuó encogido y agarrotado, tanto en el primero de la tarde como en el cuarto. Éste último aún más le pedía todos los certificados de aprendizaje en la escuela taurina. Por cierto, ¿qué enseñan en las escuelas, aparte de pegar pases?, ¿acaso no les hablan de parar, templar, mandar y cargar la suerte? Ninguno de los tres toreros apuntó las reglas básicas del toreo y sus actuaciones naufragaron entre el desaliento de una afición bajo mínimos (apenas un tercio de plaza).
Al gaditano David Galván le jalearon varias verónicas de excelente corte, acaso lo mejor del festejo. En la faena de muleta al quinto se equivocó en las distancias y en los tiempos. El novillo, con genio y mucho motor, requería aire, distancia y, por supuesto, mando. Desafortunadamente, Galván, que, repito, estuvo muy bien con la capa, ensayó el derechazo y el natural con poco convencimiento, dada la casta del animal. Ya me gustaría ver a muchas figuras con novillos como éste.
El sevillano-cordobés Juan Ortega se llevó una cornada en el sexto, otro dije, y una oreja merced a la impresión de los públicos cuando hay un percance. Si sus consejeros le dicen que estuvo bien, se equivocan y le equivocan. Sus enemigos tuvieron mucho que torear y él aún tiene mucho que aprender, como es natural. Insisto: no es lo mismo torear que pegar pases y las escuelas deberían enseñarlo. Es la primera lección. Habrá que saber quiénes son los maestros de muchas escuelas.
Foto: Juan Pérez Alarcón (blog Y digo yo).
2 comentarios:
Alberto, no pierdas nunca tu gran personalidad imitando a otros blogueros en sus comentarios taurinos, ni del que lo haga bien o medio bien, mucho menos del que lo hace rematadamente mal.
Un saludo
Leonardo Zapata
Leonardo, no acabo de entender el comentario. No porque pueda ser una crítica -que la acepto estupendamente-, sino porque no sé si es una crítica al post o una recomendación para que no imite a nadie. En el caso de que parezca que imito a alguien sólo tengo que decir que nada más lejos de la realidad. De todos modos, agradezco tu atención e interés y te doy las gracias por participar en este blog. Un saludo. Alberto.
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