Talavante, por naturales

La de ayer fue una gran tarde de toros en Las Ventas. No se lidiaron extraordinarias reses, ni por trapío ni por juego, pero, a nada que se dejaron los juanpedros, los tres diestros les dieron fiesta. Cada uno a su manera y con diferente resultado artístico y numérico.
El espartano Castella, que se queda quieto en un palmo de terreno y a menudo ahoga las embestidas de los animales, cumplió ante el cuarto. Se cobró un estoconazo después de una faena llena de tesón y por momentos brillante. Sin llegar a elevarse demasiado el diapasón, la gente le concedió una oreja facilona, que bien hubiera sido una vuelta al ruedo. Pero Madrid está generosa este año.
Manzanares sigue tocado por la varita mágica que le sorprende siempre a algún torero cada temporada. Si te toca, esa temporada tienes bula y cuanto realizas sobre la arena merece contundentes elogios y, por supuesto, orejas y puertas grandes. Lo cierto es que, además de disfrutar de su affaire con los públicos, el alicantino está toreando con largura, templanza y, fundamentalmente, mucha ligazón, concepto prácticamente desaparecido en esta época del unipase. Le dieron una oreja de mayor peso que la de Castella por una faena discontinua en la que destacaron varios naturales excelsos. Digamos que fue una de esas orejas justitas, como los toros "justitos" de trapío, que llegan por los pelos...
Sin embargo, el verdadero triunfador, el que provocó los olés más rotundos de la plaza, fue Talavante. Nadie daba un duro por el sexto toro, un manso con cierta nobleza, y el extremeño le arrancó dos tandas de naturales hondas, sentidas, infinitas y exquisitas. Las Ventas, boca abajo. Es posible que si hubiese matado bien le llegaran las dos orejas, pero falló con los estoques y todo quedó en una vuelta al ruedo.
Gran tarde y tres toreros al alza.