El indulto

Menuda polémica se ha montado con el indulto de "Arrojado", lidiado por Manzanares el otro día en Sevilla. Reconozco que yo no vi la corrida, ni en la plaza ni por televisión, pero me llegan diversas opiniones, casi todas desfavorables a la concesión del perdón.
No voy a comentar, por tanto, puesto que no lo vi, si el indulto fue un acierto no. Pero sí me detengo en el argumento esgrimido por quienes lo defienden: aseguran que la fiesta necesita este tipo de gestos para que se reafirme en medio del vendaval antitaurino. Es decir, que el indulto no fue tan claro como parecía...
Entendiendo el razonamiento, que tiene lógica, no lo comparto, porque esto me recuerda a la interpretación de la ley cuando por medio está el asunto terrorista y sus consabidas treguas. No, no, no. La ley está hecha para cumplirse y no se puede regir por determinadas circunstancias de la actualidad. Si esto es así, cualquiera aduciría una excepcionalidad a la ley por uno u otro motivo, de modo que el quilombo sería tremendo.
Así, quienes quieren apuntalar una nueva versión de la fiesta, con un toro moderno, una suerte de varas inexistente y un indulto en el que poco importa la bravura completa del animal, habrán propiciado un despropósito y un sucedáneo del espectáculo.
No niego que la fiesta deba evolucionar, por supuesto que sí, pero bajo unos parámetros de pureza que siempre la definieron. Han de modernizarse las plazas, las entradas deben tener un coste distinto en función del festejo, habría que abaratar los precios para los jóvenes, fijarse en el fútbol e importar aspectos que funcionen en el deporte rey y tantas y tantas cosas. Pero la modernidad no pasa, bajo mi punto de vista, por cambiar la bravura por la nobleza o por suprimir la suerte de varas o por conceder indultos porque lo pide el momento... Con todo, entiendo que muchos aficionados se emocionaran en La Maestranza el otro día. Debió ser fantástico.