Estremedora cogida la de Israel Lancho. Brutal, dramática, agónica. Ha sido un milagro, según nos hemos ido enterando después: "sólo ha tocado la pleura". Manda cojones. Y es que los toros no son teatro, en los toros se muere de verdad. Lancho ha renacido un 27 de mayo en Madrid, cuando muchos repasaban en sus mentes las tremendas cogidas de Montoliú o Yiyo.
Dice José Luis Vadillo en elmundo.es que el diestro extremeño, al igual que el 90% del escalafón, no está capacitado para matar corridas como la de Palha, y que el 10% que sí lo está no lo hace y que cuando lo hace se queda en una gesta sin contenido. Es cierto. No es lógico que un torero cuya primera corrida del año tiene lugar hoy se ponga delante de unos animales fieros, encastados y provistos de unas cornamentas interminables. No, no es lógico, algo funciona mal en esta Fiesta huérfana, con frecuencia, de profesionales con sentido común.
Por otro lado, entiendo a Lancho y a sus compañeros. Están hambrientos de toros. De los que sean. Y eso debe ser así. Hace poco le reprochaba a un torero no ir a San Isidro, a pesar de poder ir, supuestamente, con una corrida dura. Su obligación es querer ir. La del empresario -no es que tenga obligación, pero nos entendemos- es colocarlo en su lugar natural. Si tiene capacidad para torear una dura, pues una dura, si no la tiene, pues allá que va una corrida más pastueña.
Reivindico el papel más paternalista del empresario, del que vela por la rentabilidad y también por el equilibrio, no por la sinrazón. Mientras, espero que Lancho se recupere lo antes posible y que se olvide pronto de este cornalón. Ánimo, torero.
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