Perdonad, quienes estéis esperando que escriba de toros, que hable de otras cosas tan ajenas al arte de Cúchares. Sospecho que a lo largo de este largo y duro invierno escribiré de cualquier asunto, prosaico o no, y, en algunas ocasiones, opinaré del maravilloso espectáculo de la tauromaquia, que tanto critico y a la vez quiero.
En este post, influido por este artículo de El País: http://www.elpais.com/articulo/economia/Hoy/compro/nada/elpepueco/20081128elpepueco_16/Tes
considero interesante destacar el cambio de mentalidad, obligado por otra parte, de muchas personas, antes habituadas a gastar y gastar y gastar. El consumismo desaforado, la búsqueda del efímero placer tras pagar con la tarjeta de crédito, ha cedido al silencio administrativo, a la muerte del dinero y, en suma, al hallazgo de otros placeres, menos mundanos/urbanos, pero acaso más relacionados con el alma y el espíritu. No quiero decir, Dios me libre, que nos dediquemos a rezar ni nada de eso; más bien apunto la idea de que, con esta crisis, el ser humano mirará hacia dentro, se auscultará y comprenderá que durante muchos años ha hecho el gilipollas. Unos más que otros, claro.
Mirad, cuando estuve en Ecuador en el año 2004, durante casi un mes, aprendí más que en muchos años de mi vida. Conocí el valor de las cosas, pero, sobre todo, de las cosas importantes. Ojo, ya lo tenía aprendido en casa, pero necesitaba ver la realidad de familias pobres, pero tremendamente bondadosas, hospitalarias, generosas y felices. Vi la felicidad en las caras de los niños, descalzos, apenas vestidos con harapos, y también en los rostros de sus padres, que luchaban por dar educación a sus hijos y que éstos tuvieran salud. Recuerdo que Ramiro, un tipo cordial y de mirada limpia, me decía, allá en las montañas del Chontal y rodeados de pleno bosque primario en el que había pumas, monos araña, quetzales, que ellos no aspiraban a tener cosas materiales, sino a acceder a la cultura y a la sanidad. Aquello me impactó, aquellas palabras fueron un tornado en mi cerebro. Porque tenía razón. En nuestro primer mundo hemos creado muchas necesidades absurdas de las podemos prescindir. El mes que estuve en Ecuador fue, posiblemente, el mejor de mi vida.
La crisis, la maldita crisis, servirá, según los que hablan en el artículo de El País, para cambiar el planeta. Puede ser. Yo creo que el mundo necesita una revisión de valores. Porque La Tierra no puede aguantar el consumo actual. ¿Es normal que en una familia de cuatro personas haya seis coches?, ¿o que cada hijo de una familia tenga televisión y DVD en su cuarto, aparte de la consola de juegos, el mp3, el ordenador, etc? Para mí que no. Ojalá nos demos cuenta de que hay otros placeres, aparte de comprar en el centro comercial.
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