Morante no está para matar seis toros

Morante de la Puebla ha sido uno de los mejores intérpretes del toreo de los últimos diez años. Pero ahora no está bien. Se encuentra difuminado, envuelto en una nebulosa que le impide ver con claridad las posibilidades de sus pastueños oponentes y, acaso, nos deja un detalle suelto, un muletazo con sabor, una pincelada, un aguafuerte de su celebrada tauromaquia.

Durante este año le hemos visto cambiar el concepto puro y asolerado por un toreo demasiado añejo, basado en las piernas, como en la época de Joselito El Gallo...; me temo que no es tal la búsqueda de lo antiguo, sino que, más bien, se trata de una notable merma de facultades, un desfallecimiento de la voluntad, una pérdida paulatina de talento. Y me apena, pues ha sido un grande, un auténtico artista.

Dicen que aún no se ha recuperado de su pasada enfermedad y puede que sea verdad. No lo sé, tampoco quiero entrar en los meandros del pensamiento de un torero. La tajante realidad es que, a pesar de los chispazos, Morante de la Puebla se encara con los públicos, no cuaja faenas que años atrás hubiera firmado con gran empaque, y se dedica a dar pases por alto que carecen de sentido. Aparte de lo de los habanos que se fuma en mitad de la corrida, ¿a qué viene? ¿Quiere acabar convertido en El Pana? De verdad que es preocupante.

Dentro de unos días actuará en solitario en Zaragoza, nada menos que en la Feria del Pilar. Con el corazón en la mano, Morante no está en condiciones de lidiar seis toros. Me parece un error y una temeridad por su parte y por la de su apoderado.

Los aficionados tenemos la obligación de decirlo. A los toreros hay que verlos en plenas facultades, y el sevillano, desgraciadamente, no está para muchos trotes, pese a que unos cuantos periodistas le canten sus genialidades. Creo que esto es ocultar la realidad.

Lo dice quien ha sido un admirador verdadero del maestro de la Puebla.