Durante estos días he oído, asombradísimo, que las reglas básicas de "parar, templar, mandar y cargar la suerte" están obsoletas, que ya nadie carga la suerte y que lo tenemos que asumir como una evolución de la tauromaquia. Pues ¡no señor!, para mí, si un torero no carga la suerte no me gustará nunca. ¿Que lo paso mal y que pocas veces me emociono? De acuerdo, pero ese es mi problema. Yo no estoy dispuesto a que me den el menú incompleto. Quien lo quiera así, perfecto, pero yo conocí otra Fiesta y no me trago esta pantomima que es tan adulada por algunos.
Podéis ver la faena de El Juli en el post anterior. ¿Esto es torear? Por favor... Gracias a Dios todavía quedan buenos aficionados en Almería, como los de la peña Círculo La Amistad, que han dejado desierto el premio a la mejor faena por abrumadora mayoría.
Me preocupa la deriva que está tomando este espectáculo, cuyos responsables, que no son otros que los taurinos, están haciendo un daño tremendo a la Fiesta. Empezando por los toreros, por supuesto. No pueden torear lo que están toreando, porque es un insulto a la inteligencia y a quienes pagan por verlos. Ellos, y no los periodistas, son los responsables del desaguisado. Yo, como periodista, tengo la obligación de contar la verdad, no de decir lo que más le convenga a la Fiesta y, en consecuencia, de encubrir los abusos de los llamados taurinos. La crítica ha perdido la influencia de antaño, es evidente, pero lo que no vale es identificarse con la mayoría, cuando uno sabe que lo que está viendo es una falsedad de libro. Podremos estar equivocados, pero lo más importante en la profesión periodística es contar lo que ves y sientes con la mayor honestidad y coherencia, sin importar qué torero está actuando. Éste puede no gustarte y estar bien un día y cantarlo, ¿por qué no? Así tiene que ser. Yo he dicho más de una vez que Ponce no me gusta y, sin embargo, he visto tardes cumbres suyas en Almería, Madrid, etc. Lo cortés no quita lo valiente. Igual sucede con El Juli y con muchos otros diestros, que no son de mi predilección, pero que, de vez en cuando, se quitan las telarañas de la vulgaridad y torean con mayúsculas.
Por cierto, ayer me decía un ganadero que ha tenido que echar varias veces a chavales que han ido a su finca a tentar. Como no se quedaban quietos, les ha echado. "Con lo que cuesta que te den vacas, es increíble que vengan con esa actitud. Les echo porque demuestran que no quieren ser toreros". Esto es lo que hay, amigos.
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